¿QUEDA ALGO DEL LLAMADO CAPITALISMO?

Por Gabriel Boragina

Aclarado pues todo lo relativo a la supuesta "utopía" capitalista y la falsedad de la misma, y teniendo en claro además que lo que ordinariamente se alude como capitalismo en nuestros días no es ninguna otra cosa más que simple y llano intervencionismo, vamos a explorar un poco mas detenidamente qué es lo que las sociedades actuales tienen o no de capitalistas.

Como explicamos antes en varios lugares, consideramos inexacto calificar a la sociedad actual de "capitalista" en virtud de que los últimos vestigios de un sistema "capitalista" tuvieron lugar hacia finales de la primer década del siglo y comienzos de la segunda. No más allá.

No obstante ello, la fenomenal producción desatada por el capitalismo (aun reconocida por el mismo Marx) en aquel entonces, produjo resultados que tuvieron un "efecto expansivo" tan espectacular que aun hoy, casi a una centuria de la finalización la época de oro capitalista, hacen sentir sus efectos sobre nuestro modo de vida.

En otra parte hemos enumerado algunas de las "utopías" capitalistas. Hoy esas "utopías" altamente perfeccionadas y modernizadas no hacen otra cosa que hacer más cómoda y placentera la vida del hombre común, enriqueciendo al pobre de manera insospechada.

Todos los modernos procesos productivos son herederos directos de aquella época de oro, hoy ideológicamente desprestigiada y en la práctica inexistente. Esos procesos productivos capitalistas residuales, luchan por abrirse paso entre una maraña de reglamentaciones y obstáculos de todo tipo, que de continuo ponen burócratas, periodistas, intelectuales, profesores, sindicatos, clero, gobiernos y demás grupos de presión.

El marxismo ha tenido éxito notable en una sola cosa: convencer a las masas que las fuerzas materiales de producción operan "mágicamente" en forma "automática" y que el progreso es un dato (una cosa dada) y que el problema de la producción, consecuentemente, se encuentra resuelto.

De esta manera, este "efecto expansivo" del capitalismo (que no debe confundirse con el sistema capitalista en si mismo) se toma como algo natural que se continuará dando a través de los siglos, en forma continua y repetida, evolucionando hacia estadios mayores de perfección técnica y económica (Hegel, Marx, etc.). Nada más alejado de la realidad.

No existen procesos evolutivos inexorables que lleven aparejados progresos "mecánicos" "automáticos" y "continuos", a prueba de falsas y espurias ideologías. El hombre aparece en la historia como arquitecto de su propio destino. Él puede decidir progresar o retroceder. La historia demuestra por otra parte, con sobrados ejemplos, que en distintos periodos, la civilización occidental ha avanzado y retrocedido (sirvan las dos guerras mundiales del siglo XX como un pequeño ejemplo de retroceso).

Por lo demás, la historia también demuestra que hubo civilizaciones que aparecieron sobre la faz del planeta, dominaron en el mundo en una fase posterior y finalmente terminaron desapareciendo. Nada asegura que este ciclo no se repita y nada puede afirmarse respecto de su finalización como tal.

Lo cierto es, que aquellas míticas "fuerzas materiales de producción" no operan en forma aislada de las ideas y métodos adecuados para concretar su materialización.

El problema es esencialmente ideológico y no de ninguna otra naturaleza. Nuestra obligación intelectual es descubrir aquellos métodos idóneos que nos permitan evolucionar y progresar. No se puede utilizar un pela papas para construir un rascacielos. Sin embargo el marxismo y su sucedáneo contemporáneo, el progresismo socialdemócrata, pretenden justamente eso.

Es necesario comprender que el "efecto expansivo" del capitalismo no es otra cosa que eso: una onda expansiva muy poderosa que se extiende en el tiempo y en el espacio desde el pasado, llegando hasta nuestros días, pero que la "causa fuente" de aquella onda expansiva se encuentra extinguida (capitalismo) y que si queremos seguir disfrutando de un cómodo y alto nivel de vida y mejorarlo aun más, alimentar a las enormes masas humanas terrestres, a los enfermos, desvalidos, pobres, etc., debemos revitalizar aquella "causa fuente" de este actual "efecto expansivo". En pocas palabras, debemos revitalizar el capitalismo como sistema e implantarlo (en realidad re-implantarlo) sin cortapisas en el mundo de nuestros días. Sólo así podremos permanecer tranquilos algunas generaciones más.

El problema, más que político, es intelectual. Obedece al orden de las ideas. En el fondo es simple, las ideas marxistas han demostrado sus efectos destructivos en la sociedades de todos los tiempos. Las ideas capitalistas y democráticas, por el contrario, han sido en la práctica, aquellas que han permitido la civilización de nuestros días que ya no es, (repitámoslo) capitalista, pero que deberá comprender que si quiere gozar de mayor bienestar y mayor standard de vida deberá volver al capitalismo con la mayor premura posible.

Desgraciadamente, en el ámbito ideológico esta tendencia está aun muy difusa. Las ideas marxistas no han perdido su popularidad. El problema es que ahora cuesta identificarlas porque vienen adecuadamente maquilladas para evitar detectar su origen marxista. En tal sentido ya no se habla de marxistas sino de "progresistas", "socialdemócratas", "ecologistas", etc. Estos vocablos gozan de una mayor popularidad y predicamento que el pasado de moda, "marxista". La función de los primeros tres términos ha sido la de "humanizar" al último.

Hoy, como ayer y hasta no hace mucho, ser "progresista", "socialdemócrata", "ecologista", está bien visto socialmente. Mises se ocupó en sus numerosas obras de los "progresistas", etc.. Técnicamente la denominación que les corresponde es "intervencionistas" palabra prácticamente desconocida entre el hombre común pero con una larga tradición bibliográfica sobre todo en el área de la economía.

La sociedad aburguesada de nuestros días gracias a aquella "onda expansiva" capitalista que nos viene desde aquella época de oro, cree junto con Marx y los marxistas que el progreso está asegurado. La riqueza está "dada" (es un dato). De allí en más el problema, según ellos afirman, no es otro que el de repartir con "equidad" eso que la producción capitalista ya asegura. Pero también se equivocan. Producción y distribución no son dos aspectos separados e independientes. Uno es al otro como un zapato al par. No hay producción sin que a la vez, al mismo tiempo, no exista distribución. Cada proceso productivo implica de por si otro distributivo. La distribución no es otra cosa que el pago de los factores productivos que intervienen en la producción. Son actos simultáneos. Para cada producción corresponde específica distribución. Este fenómeno no se advierte, en virtud de la erróneas enseñanzas propagadas a través de las cátedras en las universidades dominadas, hoy día, por mentes socializantes y socialistoides y la predica contra el capitalismo que se hace diariamente y sin cesar desde las tribunas políticas, los periódicos, la T.V. la radio, el cine, Internet y desde cualquier medio que los "progresistas" tengan a su alcance. Ellos echan mano a los inventos capitalistas (tales como los modernos medios de comunicación) para propagar a través de ellos la doctrina de la destrucción del sistema que les permite utilizar esos medios. Es como la historia del empresario que fabrica las sogas con las cuales será colgado (Lenin).

Como decía el profesor Mises, es necesario que nuestros contemporáneos abran los ojos y se den cuenta de que la realidad la hacen ellos y no los demás. En la medida que dejen su destino en manos ajenas no podrán quejarse en el futuro de lo que los "otros" hagan con ese destino librado al azar.

Cuando, como decía Ortega y Gasset, el individuo deja de serlo y se convierte en "hombre masa" la civilización está destinada a desaparecer.

Aun estamos a tiempo. Podemos revertir la tendencia. Sólo necesitamos darnos cuenta y actuar.

Bibliografía.

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