¿HAY CAPITALISMO EN EL MUNDO DE NUESTROS DÍAS?

Gabriel J. Boragina

Prácticamente no hay lugar del mundo donde se aplique lo que se llaman políticas ortodoxas o emparentadas con el liberalismo a pesar de que se cree lo contrario.

Muchas veces se alega que los indicadores económicos en crecimiento señalan la vigencia irrestricta de una política capitalista o liberal. Pero hay que tener cuidado con afirmaciones de esta naturaleza. Que los indicadores económicos alcancen magnitudes sorprendentes en algunos países y resultados insatisfactorios en otros, no implica necesariamente que se esté aplicando una economía liberal. Afirmar algo semejante no implica otra cosa más que la costumbre de efectuar análisis simplistas sobre problemas de extrema complejidad.

Por ejemplo, la U.R.S.S. y otros países de los llamados de "detrás de la cortina de hierro", tuvieron indicadores económicos tan sorprendentes que, en el caso de la URSS particularmente, llegó a ser primer potencia mundial junto con los Estados Unidos hasta su desmembramiento a fines de los años 80. Si se estudia el PBI soviético de aquella época se podrá ver sin dificultad que nada tenía que envidiarle, en términos estadísticos, a los países capitalistas. Sin embargo eran y practicaban el comunismo. Entonces no se puede relacionar el PBI, Reservas Internacionales, baja tasa de inflación y otras variables por el estilo con liberalismo, así sin más, lisa y llanamente. Los fenómenos económicos no son tan simples como para resumirlos en pocas palabras o pocas frases o líneas.

Es cierto que, hoy día, en los mal llamados países "capitalistas" existe desempleo, frustración, desesperanza, etc., pero ello ocurre porque no se aplican políticas económicas de libre mercado. Si se aplicaran la situación sería diferente. Cuando se lo aplicó escasamente (entre 1780 y 1914/18 más o menos) lo fue. Es que la noción de lo que es un libre mercado está bastante distorsionada hoy en día. No se concibe el libre mercado sin algún tipo de regulación. No se entiende que la propia noción de libre mercado importa ya de por sí una fuerte regulación: la del propio mecanismo de mercado. Y esto ocurre porque se habla del mercado como un fantasma o un ser extraterrestre que habita entre nosotros, olvidando que el mercado no es otra cosa que un proceso de intercambio de valores entre la gente. Esto y afirmar que el mercado está formado por la actuación de todos, todos los días, es exactamente la misma cosa.

Aun si tomamos el caso de Argentina veremos que la nuestra, a pesar de lo mucho que se pregona en los medios periodísticos, universitarios, escolares, etc., no es una política económica liberal. Yo la tildaría de mercantilista. Como es sabido, el mercantilismo fue una escuela económica que se aplicó allá por los siglos XV y XVI. Dicha política económica se caracterizaba por su fuerte proteccionismo, núcleo central y alma mater de su doctrina. Era la política económica en el mundo del descubrimiento y la conquista de América. Hoy se aplica la misma política en casi todas partes del mundo solo que modernamente lo que antes fue mercantilismo hoy es intervencionismo. Mises escribió y estudió el tema del intervencionismo como muy pocos economistas serios lo han hecho hasta el presente. Sus escritos desarrollados entre la década del '20 hasta la del '70 (falleció en 1973) no han podido ser refutados por los modernos economistas pese al empeño que ellos han puesto en ese cometido. Vale la pena leer detenidamente las obras de Ludwig von Mises (49 en total incluidas las traducciones y reediciones) y también las de su discípulo Hayek.

También es frecuente entre los enemigos del capitalismo combatir las políticas de las organizaciones internacionales del dinero y del crédito. Es un error muy común confundir el FMI con un organismo liberal. No lo es. Los liberales de la Escuela Austríaca de Economía propugnan la eliminación lisa y llana del FMI.

El FMI es un supra organismo que explota a los pueblos libres y como tal debe ser suprimido. Sus recetas responden a las conveniencias políticas y no de los pueblos. El FMI pretende ser un banco central de los bancos centrales internacionales. Su política pretende financiar las aventuras socialistas de los países llamados del Tercer Mundo. Provoca permanentes desestabilizaciones de la moneda y genera las llamadas crisis económicas que por error se le atribuyen al capitalismo. El FMI responde al interés político de sus creadores, autoridades, de los grandes bancos y otros grupos económicos. El liberalismo es un movimiento que responde a los intereses de las masas y no de los particulares de los políticos que gobiernan.

Digo que la política del FMI es socialista porque es la política del Robin Hood: quitarle a los ricos para darle a los pobres. Expolia al contribuyente norteamericano y a los individuos productivos del mundo entero para darle ese dinero a los gobiernos irresponsables del mal llamado Tercer Mundo y hoy más que nunca a los rusos, que destruyeron su país después de más de 70 años de comunismo desenfrenado.

El capitalismo es un sistema inevitable, de momento que el sistema de propiedad es insustituible por sus claras ventajas demostradas a lo largo de la historia. Todo lo que cabe resolverse es quién disfrutará de la propiedad: el pueblo o el estado. El socialismo (y a la larga el actual intervencionismo) resuelve la cuestión poniendo la propiedad en manos del estado (y sus amigos empresarios) mientras que el capitalismo la pone en manos del pueblo. El problema reside en que el socialismo cree que el estado verdaderamente representa los intereses del pueblo cuando en realidad lo que representa el estado son los intereses de una minoría gobernante (y sus amigos empresarios) que se arrogan los derechos del pueblo.

En la medida que las masas se encuentran profundamente convencidas de este error, el sistema socialista se propagará irremediablemente produciendo sus nefastas consecuencias teóricas y prácticas (véase lo ocurrido en URSS, China, Vietnam, Cuba, Nicaragua, y demás países satélites detrás de la cortina de hierro). Cuanto más socialismo apliquen las potencias de Occidente más rápida será su debacle. Cuanto menos socialismo apliquen más tarde llegará el triste final. La solución en todos los casos es la aplicación lisa y llana de las medidas capitalistas, de mala fama pero gran efectividad, en forma total, abrupta y en un 100%.

Bibliografía


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