¿QUÉ ES EL MERCADO?

Por Gabriel Boragina

Creo que en estos últimos tiempos pocas palabras han provocado tanto rechazo y repulsión, y se han tejido en torno a ella tantas fantasías como el palabra "mercado", al punto de convertirla casi en un anatema.

Gruesos volúmenes sin embargo se han escrito sobre qué es y que significa la palabra "mercado", que buscan desmistificar todas las fantasías que se elucubraron en torno a ella. Sin embargo tal literatura permanece desconocida para la gran mayoría de las personas, inclusive estudiosos de renombre.

Mises nos cuenta que el mercado no es un lugar, un país, un grupo, ni una cosa. El mercado es un proceso por el cual la gente intercambia valores. Adoptar esta sencilla definición que describe a la perfección la verdadera esencia y naturaleza del mercado, nos ahorraría muchos desvelos y muchas discusiones vanas como las que se han generado en los últimos tiempos respecto del mercado.

Se trata pues el mercado de un proceso de intercambio de valores, cuyos protagonistas como queda dicho somos nosotros mismos. Todos nosotros, en la medida que nadie puede vivir en una economía (de cualquier tipo) sin intercambiar valores.

No es necesaria la presencia de un medio común de intercambio, como puede ser la moneda, para estar en presencia de un mercado. En la época del trueque ya había mercado, de manera tal que no se trata de un proceso novedoso.

Sin embargo el proceso de mercado adquirió un nuevo significado y una nueva dinámica cuando aparece el sistema social basado en la cooperación humana que recibe el nombre de capitalismo.

El medio de intercambio agiliza las transacciones mercantiles y le da una entidad global al proceso de mercado.

El mercado forma parte de uno de los requisitos para que pueda existir cálculo económico en la sociedad mercantil. Los otros dos requisitos son la propiedad privada y los precios. Junto con el mercado esos tres requisitos permiten la aparición de la contabilidad mercantil y el centro de la misma que es el cálculo económico.

A su vez el cálculo económico es lo que permite hablar de economía en sentido estricto. Sin cálculo económico no existe economía en sentido estricto, por ende donde no hay o hay poca propiedad privada, mercado y precios (en el significado de que éstos últimos aparecen distorsionados) no se puede estrictamente hablar de economía.

Todos participan del mercado, pobres y ricos, cada uno en la proporción de sus patrimonios. Hay tantos tipos de mercado, en la medida que exista libertad como recursos posee la gente. Habrá mercados de artículos bajo precio si hablamos de gente de bajos recursos y habrá mercados de altos precios si hablamos de gente de altos recursos. El mercado se adapta a los bolsillos de cada uno. No hay escasez en el mercado libre. Al precio de mercado toda la oferta cubre la demanda conforme ya explicara hace bastante Jean B. Say.

Por eso carece de sentido hablar como se hace hoy en día de "excluidos" del mercado como fenómeno inherente a él. Se puede decir que hay gente que estará excluida de ciertos mercados, debido a que el poder adquisitivo de esa gente es menor que el de otra, pero de allí a hablar de "excluidos" en general del mercado es algo totalmente carente de significado, porque no hay un mercado sino que hay muchos. Lo primero que debemos precisar es de qué mercado estamos hablando. ¿Del mercado de los edificios de 23 pisos? ¿del mercado de videocasetes? ¿del mercado de papas? o ¿del mercado aviones supersónicos?. ¿A qué mercado se refieren los críticos del mercado?. Solo la intervención gubernamental genera "excluidos" e "incluidos" fuera y dentro del sistema respectivamente.

El mercado libre produce riqueza y eso es (siempre lo ha sido en rigor) un poderoso atractivo para los gobiernos intervencionistas y socializantes. Los gobiernos siempre ponen mucha atención allí donde se generan riquezas porque tienen el poder de coartar esa riqueza y de desviarla hacia otros fines no preferidos por la gente que opera en el mercado. Esa es la tentación totalitaria respecto de la cuál debemos estar siempre alertas.

Los países comunistas y socialistas no tienen mercado. Lo que ellos llaman "el mercado" es un conjunto de operaciones dirigidas por el estado (gobierno), de donde se concluye que el mercado no es lo que quiere la gente sino lo que los burócratas gobernantes quieren.

En los países intervencionistas el mercado está parcialmente en manos de la gente, mientras los burócratas supervisan qué se produce y qué se consume, cómo, cuándo, cuánto, dónde y van desviando conforme su propio criterio personal lo indica, la producción y el consumo hacia los sectores que sus particulares concepciones indican, violándose la voluntad de los consumidores y los productores.

Mientras en el proceso de mercado hay un "gobierno de la gente para la gente", el gobierno político busca, generalmente en el intervencionismo, interferir con ese "gobierno de la gente para la gente" y establecer un "gobierno del gobierno para determinados grupos". Esto deriva a su vez y en forma gradual en toda una serie de desviaciones típicas de los gobiernos de grupos para grupos (en rigor gobiernos corporativistas). Los típicos gobiernos de grupos son el socialismo y el comunismo donde los trabajadores gobiernan para los trabajadores, el fascismo, donde las corporaciones gobiernan para las corporaciones, el nazismo donde los arios gobiernan para los arios, o los nacionales para los nacionales, o los judíos para los judíos, o los mahometanos para los mahometanos, el anarquismo donde nadie gobierna para nadie, etc..

De allí que muy bien, y hace mucho tiempo Mises caracterizó al mercado como un sistema de democracia perfecta donde todos gobiernan para todos, en un sistema de perfecta armonía y de cooperación.

El mercado no existe como cosa, ni como hipóstasis. El mercado no existe como cosa, como no existe la nación, la sociedad o la patria. El mercado, como la nación, la patria, o la sociedad, existen en cuanto a su condición de medios para el logro de determinados fines y/o objetivos. Existen en función de esos objetivos y no como entes en si mismos.

Por ello es que sea inútil atacar al mercado, a la nación, a la sociedad, la patria, si no aclaramos previamente de que estamos hablando a fin de hacernos entender.

El mercado existe desde el momento que el hombre tiene necesidades y debe satisfacer tales necesidades por medio de otros hombres. El hombre es medio y fin del mercado al mismo tiempo. De allí que carezca de sentido hablar de un mercado no humano, o insensible o frío, etc. El mercado, tanto como la economía son inventos del hombre para el hombre. Sin embargo las fábulas que se tejen a diario sobre el mercado desfiguran notoriamente este hecho que la evidencia misma pone de manifiesto.

Hablar de un mercado no humano o que no tenga al hombre como fin en si mismo es uno de los absurdos curiosamente más populares de nuestros días. Hablar de un mercado no humano es como hablar de una humanidad no humana. Disparate total. Sin embargo tales disparates son moda en estas sociedades intervencionistas en las que estamos inmersos.

El mercado no asegura la eterna felicidad de nadie, pero sin embargo sus críticos le reprochan que no lo haga, como si tales críticos hubieran encontrado un sistema mejor o superior que colma las necesidades materiales y espirituales de todo el mundo. No se trata de discutir cual es el sistema ideal. De lo que se trata es de descubrir cuál es el sistema que cubre las mayores necesidades posibles. El mercado es un producto humano. Carece de todo sentido criticarle que no logre soluciones extra o superhumanas que beneficien a todos, cuando ningún otro sistema lo ha logrado en mayor medida que el proceso de mercado tan criticado. Sólo el socialismo tiene la vana pretensión de prometer desembozadamente el paraíso en la tierra y llama la atención que tan ilusoria aspiración tenga tantos adeptos a pesar de los numerosos fracasos fácticos de tales idearios, lo que demuestra que sin el auxilio de una adecuada teoría hasta los hechos más evidentes pasan desapercibidos a los sentidos más agudos.

La hostilidad hacia el mercado no es nueva ni ha nacido con Marx sino que es de antigua data. Y desde hace bastante se trata al mercado como si fuera una entidad que está fuera o por sobre las personas, enviada por seres de espíritus malignos y diabólicos, olvidándose que es producto de las personas y no de fuerzas extraterrestres. Se trata de un proceso que refleja los libres y consensuados intercambios que se llevan a cabo entre las personas, guiados por el sistema de precios. El problema reside en seguir llamando "mercado" al mercado intervenido por el intervencionismo. Si no cambiamos las palabras nadie nota la diferencia y en eso se basa justamente el descrédito que un "mercado" inexistente tiene hoy día.

El arma predilecta que tienen los intervencionistas para interferir el mercado es lo que se podría denominar su sistema "circulatorio", conocido como "el sistema de precios". A su vez los gobiernos recurren a distintos artificios para adulterar los resultados del mercado espontáneo. Estos artificios normalmente pueden ser observados en el área fiscal. De la mano de la célebre tesis Pigou los gobiernos del mundo se lanzan a diversos mecanismos impositivos (exenciones, gravámenes discrecionales, impuestos progresivos, desgravaciones de origen político, voracidad fiscal, etc.) para lograr la tan ansiada redistribución de los recursos, vale decir, una nueva distribución de lo que el mercado ya ha distribuido. Redistribución (volver a distribuir compulsivamente lo que la gente ya distribuyó voluntariamente por medio del mercado) no implica otra cosa que desconocer el mandato del consumidor, violar su voluntad y por ende el destino dado al producto de su trabajo, empobreciéndolo, lo que afecta más a los que menos tienen. En una palabra importa una violación de su derecho de propiedad. Si yo tengo derecho a obtener $ 100 por la venta del producto X (que puede ser mi trabajo (salario) o el fruto de mi trabajo), y el gobierno le impone a ese producto un gravamen del 20%, pongamos por caso, significa que ya, por decisión del burócrata y por decreto, no tengo derecho a recibir $ 100 por mi producto sino $ 80, lo que, en otras palabras, quiere decir que mi derecho de propiedad ha sido menoscabado (violado) en un 20%. Ya no tengo el 100% de mi derecho de propiedad sino que tengo el 80% de mi derecho de propiedad. La diferencia fue, o bien apropiada por el gobierno o bien "redistribuida" a algún "otro" que no tenía ningún derecho a mi 20% y que lo recibió de "regalo" de manos de mi expropiante.

Este procedimiento, de amplia aceptación popular en casi todas partes del mundo pesar de lo que se diga, se suele denominar y es conocido, como "justicia social", la que tan felizmente catalogara Alberto Benegas Lynch (h) como aquel sistema por el cual se les quita a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece.

Visto desde este punto de vista, la verdadera "justicia social" se logra en aquel sistema donde los intercambios se producen de manera voluntaria, o sea el proceso de mercado, dentro de un orden capitalista (único orden donde el proceso de mercado puede tener lugar).

TE RECOMENDAMOS AMPLIAR ESTE TEMA EN ESTOS LINKS:

SOCIALISMO DE MERCADO por Alberto Benegas Lynch (h)

EL MERCADO COMO UNA FILOSOFÍA DE SERVICIO por Pedro Schwartz

LA COOPERACIÓN SOCIAL Y EL MERCADO por Dwight R. Lee

LA VENTA DEL MERCADO por Roberto Salinas León

Bibliografía

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