SOCIALISMO DEMOCRÁTICO, CAPITALISMO Y COMPETENCIA

[Gabriel J. Boragina]

El concepto de socialismo democrático es sumamente engañoso y no refleja la verdadera esencia del socialismo. El socialismo pone en manos de un grupo (clase trabajadora, empleados, obreros, etc.) el manejo de los medios de producción y a aquellos al frente de la conducción del estado. La propiedad privada pasa a ser propiedad pública (o sea estatal) lo cual en la terminología socialista estando los medios de producción en manos de la clase trabajadora implica que son estos los que controlan y gobiernan, ya que para ello disponen de la propiedad privada de los medios de producción.

El capitalismo, por el contrario, al mantener la propiedad privada de los medios de producción deja el gobierno y control de los asuntos públicos en manos del pueblo. El capitalismo gobierna para todos, el socialismo gobierna para algunos. El capitalismo no se ocupa de vagas utopías. Trabaja sobre las realidades. Es inútil discutir hechos que son evidentes por si mismos. El poder resulta evidente por si mismo y lo más importante es que el capitalismo lo atomiza, minimiza y dispersa a través de la competencia.

Ningún socialista ha elaborado nada serio sobre la competencia, pero es muy importante detenerse en este punto.

La competencia es la gran limitadora del poder. Cuando todos quieren el poder se desatan luchas entre los interesados. Históricamente así comenzaron las guerras y las épocas de violencia antiguas. Cuando el hombre comprendió que la violencia no era útil a la larga porque no permitía producir bienes económicos duraderos (los que eran víctimas del despojo y la depredación) comenzó la era capitalista con su instituto de la cooperación social.

Con el correr de las eras, las personas comprendieron que era mucho más provechoso cooperar mediante la compra y la venta que mediante la depredación. Entonces se desata la competencia por vender los mejores bienes y servicios al consumidor. Esto limita enormemente las posibilidades de que una sola persona o unas pocas monopolicen el mercado. La competencia, típica institución capitalista, es la gran minimizadora y atomizadora del poder.

Es claro que son muchos los políticos y los empresarios que aborrecen la competencia, porque a todos nos gustaría ser exclusivos y ser monopolistas y acaparar la atención y los recursos de los demás. Pero en el régimen capitalista donde la ley preserva que no puede haber robos ni despojos y que los acuerdos libres y voluntarios deben ser respetados, es la competencia la que determina cuanto va a ganar cada uno.

Esto es aplicable también a las relaciones entre países aunque no tiene mucho sentido hablar de relaciones entre países. Esto en realidad es una hipóstasis. Lo más realista es referirse a lo que realmente ocurre: las relaciones comerciales se dan entre personas y no entre países.

No importa tampoco saber, para determinar la superioridad del sistema socialista o del capitalista, quien fue pionero en materia de tecnología (si URSS o EE.UU.) esto es irrelevante desde el punto de vista capitalista. Lo verdaderamente importante en este tema es conocer con que recursos se financian tanto las aventuras tecnológicas como las aventuras bélicas y militaristas de los países en cuestión.

Si es con dinero del pueblo detraído forzosamente a través de impuestos esto es dispersión de capital y responde a los dictados del burócrata de turno (uno o muchos no importa), pero nunca será una decisión del pueblo. La gente educada, en general, es pacifista y está mas interesada en su propia subsistencia que en guerrear con otros países.

Hoy no hay países estricta y técnicamente "capitalistas" en el mundo, los monopolios existentes son creación de los gobiernos de turno que cierran y eliminan la competencia. Cerrar la competencia es la mejor forma de crear monopolios. Y esto sólo pueden hacerlo los gobiernos de turno y nadie más que los gobiernos. Y esto es lo que está pasando hoy en la economía mundial. Yo en mi país, por ejemplo, no puedo abrir un diario o poner una empresa de teléfonos o un ferrocarril o una línea aérea si no le pido permiso al gobierno de turno. Y por ley tengo vedado invertir en determinadas áreas que los gobiernos de turno otorgan a empresarios amigos. Nada que ver tiene este esquema económico con el capitalismo. El capitalismo no distribuye favores, para él todos son iguales antes la ley.

En el capitalismo todos pueden tener comercio, empleo, empresas del mismo ramo. Pueden haber cientos de miles de farmacias o cientos de miles de restaurantes o cientos de miles de bancos, cines, mercados, supermercados, telefónicas, ferrocarriles, etc. El límite a esto es lo que el/los interesados puedan invertir en el proyecto y que el proyecto sea rentable en sí mismo. Cuanto más inversiones hay en determinado sector quiere decir que se hacen esas inversiones porque ese sector se considera rentable. A su vez todas esas inversiones en ese sector van a hacer que la ganancia de los que invierten baje por efecto de la competencia. Si todo el mundo pone farmacias porque los medicamentos se venden a altos precios, luego de una determinada cantidad de aperturas de farmacias (o droguerías según el país) ya éstas van a empezar a cerrar porque ya no van a ser tan atractivas las ganancias (precisamente porque son muchos los que entran en ese rubro).

Pero son pocos los países del mundo donde se permiten las inversiones indiscriminadas donde el capitalista arriesga su capital. Son muy pocos. Por lo general en casi todos los países las inversiones que se realizan son aquellas que los burócratas de turno (léase gobiernos de turno) consideran importantes. Lo que considera el consumidor pasa a un segundo plano.

De allí que afirmo que no hay capitalismo en el mundo de hoy. Es muy errado decir que vivimos en una sociedad capitalista. Nada más alejado de la verdad. El que todo el mundo así la llame no la convierte en capitalista.

En el mercado libre el empresario compite y no siempre triunfa, en la mayoría de los casos fracasa. Poner un negocio, invertir grandes sumas de dinero supone previa acumulación de capital, sin la cual la empresa es absolutamente imposible. Normalmente se ve la empresa pero no se ve lo que la empresa costó. No se ve ni se valora la inversión realizada por el empresario que arriesga su patrimonio para satisfacer los deseos del consumidor. Es cierto que esta no es la meta primera del empresario. Nuestra meta primera es satisfacer nuestras necesidades. Pero el mercado libre garantiza justamente que para satisfacer mis necesidades debo satisfacer las necesidades del prójimo. Sin este requisito no hay éxito, y para poder cumplir con este requisito es indispensable la libertad.

Sin embargo si observamos el mundo de hoy no podemos ver mucha libertad que digamos. Cuando digo libertad no me refiero a si soy libre para ir a la esquina de mi casa a comprar una pizza. Sin embargo normalmente cuando se habla de libertad la gente piensa en esto. Grave error. La libertad es algo mucho más importante que caminar por la calle en el sentido que quiero. El burócrata se preocupa por recortar la libertad de otras maneras: recortándome el bolsillo. Ello lo logra por muchas vías. La más importante hoy día es el impuesto. Mayores impuestos para los que más producen tiene como resultado un menor nivel de vida. Pero ¿por qué? porque el impuesto repercute sobre el patrimonio del empresario, eso hace que invierta menos, si invierte menos, pagará menos salarios o se reducirán los salarios, si los salarios se reducen los que más se perjudican son los que menos tienen, esto es los consumidores, los trabajadores.

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Última actualización de esta página 16/01/00


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