DERECHO FUNDAMENTALES y VALORES

Por Gabriel Boragina

Se nos critica a los capitalistas por tener una visión negativa del estado. Sin embargo la acusación es infundada habida cuenta que el capitalismo no tiene en sí una visión negativa del estado y muchas veces puede ser considerado el estado un bien en sí mismo y necesario si cumple con sus funciones específicas, esto es la protección de los derechos y de la propiedad privada de los particulares.

Se dice también que la burocracia es necesaria en cuanto el estado lo es..., el problema surge cuando es sobre dimensionada y "todopoderosa", entonces en la mayor parte de las veces en vez de facilitar la relación del ciudadano con el estado, la entorpece.

Pero en realidad debe irse más allá. Diríamos que no solo la entorpece sino que la imposibilita. Si, estoy de acuerdo, la burocracia es necesaria. Pero toda burocracia por el hecho de ser tal tiende a sobredimensionarse y hacerse todopoderosa porque la burocracia maneja un principio que es fundamental para su existencia: EL PODER. Y como dijo Lord Acton el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. El problema consiste en la limitación del poder, porque es una utopía pedirle al burócrata que limite su propio poder por si mismo. La historia demuestra que jamás lo hizo y que jamás lo hace. Es poco probable que lo haga alguna vez. Por su propia naturaleza la burocracia tiende a sobredimensionarse y a hacerse todopoderosa.

Hemos escuchado reiteradamente que el estado es fruto del consenso de los ciudadanos para crear un marco de desarrollo y cooperación mutua. Pero en lo personal no estoy de acuerdo en este punto. El estado es el fruto del consenso de los ciudadanos para hacer justicia. Esto es: proteger los derechos individuales de los ciudadanos y su propiedad privada. El desarrollo y la cooperación mutua no es función del estado sino de los propios individuos, además de garante de los derechos individuales de cada ser humano, frente a la disparidad de intereses agresivos de los demás.

Los socialdemócratas intervencionistas no cesan de hablar de la protección social "mínima" (que garantice unos derechos fundamentales "mínimos"). Pero en verdad el problema reside en definir ese célebre "mínimo". De momento que cada vez es más creciente el número de personas que se consideran con derecho a la protección social "mínima" el burócrata nunca se pondrá de acuerdo con el hombre del llano en cuanto a que se considera "mínimo". Tampoco nosotros desde el llano podemos ponernos de acuerdo en ese punto. Lo mismo ocurre con los "derechos fundamentales "mínimos". Olvidan los socialdemócratas que el hombre tiene tendencia a exagerar sus problemas y el campo de lo "mínimo" históricamente ha resultado cada vez más y más extenso. El tema central es que si alguien se pone en una esquina a regalar pan (el gobierno) habrá en minutos colas inmensas de gentes reclamando "su parte" (la necesiten o no).

Cuando se nos dice que esa tarea debe ser cosa del estado me veo obligado a responder que si por estado entendemos al gobierno estoy en disidencia por las razones que apunté arriba. La experiencia en este campo me lo impide.

La mal llamada "ayuda social" (por que en rigor ni es "ayuda" ni es "social") ha crecido enormemente en casi todos los países en forma proporcional a los índices de pobreza. Curiosamente, las estadísticas indican que, históricamente, a mayor "ayuda social" mayor pobreza. Esto tiene una clara explicación: el problema de los "mínimos". Todos, algunos más y otros menos, más tarde o más temprano, nos consideramos acreedores a esa ayuda social.

Tampoco es verdad que deben ser cuestiones que se garanticen por ley siendo el estado el garante que hace que se cumpla la ley, porque todos bien sabemos que hay leyes justas y leyes injustas. Las leyes justas deben cumplirse y son exigibles. Pero las leyes injustas ni son exigibles ni deben cumplirse.

Y así se afirma dogmáticamente pero sin ninguna razón valedera que, derecho a una educación "mínima", derecho a una asistencia sanitaria "mínima", derecho a una subsistencia económica "mínima", a una pensión en retiro, a un seguro o subsidio en situaciones extremas..., no pueden dejarse al libre albedrío.

Ante ello sorprendido me pregunto ¿No pueden dejarse al libre albedrío? ¿al libre albedrío de quién? ¿por qué si es "malo" dejarlos al libre albedrío de familiares del carenciado es bueno dejarlo a libre albedrío del burócrata de turno?. Pero tampoco puede definirse a priori que se entiende por "mínimo" y "situaciones extremas". No hay salida. Son criterios subjetivos y no objetivos. Tu noción de lo "mínimo" no necesariamente coincidiría con la mía. Lo que a ti te podría parecer suficiente a mi me podría parecer escaso y viceversa. Generalicemos esto y tendremos un flor de problema para dicho proyecto "social". No se puede hablar del libre albedrío en abstracto, porque no hay tal. El problema de la política del "Robin Hood" (quitar a los "ricos" para darle a los "pobres") es una política peligrosa, aun cuando se postule un aporte "mínimo". Nuevamente surge el problema ¿qué es lo "mínimo"? ¿cómo se mide lo "mínimo"? Y "mínimo" ¿para quién?

Entonces escuchamos: "Con los seres humanos no se puede jugar como si fuera una mercancía más del mercado". Y respondemos: El mercado no juega con nadie y menos con sus protagonistas: los seres humanos. El mercado no viene de Marte ni de ningún sistema extra planetario. Es una invención humana. El mercado es un proceso de intercambio de valorizaciones de y entre... seres humanos. No hay nada más humano que el mercado. El mercado no es un juego ni juega con nadie. Es algo muy serio. Es algo vital, es el hombre actuando. Pero aquella afirmación es desviar el tema del verdadero problema, porque no hay nada INMORAL en el mercado ni en las mercancías que son productos SOCIALES ni más ni menos. No tienen el carácter materialista que los socialdemócratas parecen atribuirles.

El mito generalizado que no garantizar unos "mínimos" a todos los ciudadanos atenta contra la base y uno de los fundamentos del estado liberal ..., la igualdad de oportunidades es tal vez el mito más grande que está minando el progreso de nuestros pueblos y la moral privada de los hombres.

Nuevamente es necesario cuantificar lo que se entiende por "mínimo". Y además ¿qué entiende el socialdemócrata por igualdad de oportunidades? Este punto merece mayor desarrollo. Sabemos que el punto de la "igualdad de oportunidades" está muy discutido entre los liberales. Nada ni nadie humano puede garantizar verdadera "igualdad de oportunidades". Esto es un mito. El mercado garantiza MAYORES oportunidades pero ni el mercado ni el gobierno pueden garantizar "iguales" oportunidades.

Ante estas razones, que no se pueda ver esta garantía de una "mínima" vida "digna" de los ciudadanos en términos de impuestos, costos y productividad, por más que a nuestros socialdemócratas les provoque un repelús grande, mas allá de sus repelús lo cierto que esa "mínima" vida digna" hay que financiarla de alguna manera y la única manera de hacerlo es "en términos de impuestos, costos y productividad" ya que se tratan de problemas sociales y por ende económicos. El gobierno no tiene recursos propios. Todos sus recursos provienen de riqueza sustraída a los ciudadanos a través de los impuestos. Por mucho que nos repelan no pueden ser solucionados en otros términos, excepto cuando vuelva a llover maná del cielo. Y algo importante: esos antipáticos impuestos, costos y productividad son productos humanos (no vienen de la estratosfera). Volvemos al principio. Para darles "mínimos" a unos se debe quitarle a otros.

¿Cómo estamos seguro de que no estamos quitando los "mínimos" de los que nosotros arbitrariamente consideramos que están en condiciones de dar?. Creo que resulta arbitrario entrar a juzgar qué es lo necesario y lo superfluo cuando hablamos del patrimonio ajeno, de la misma manera que juzgamos una injerencia indebida que terceros a nosotros juzguen que es lo necesario y lo superfluo respecto de nosotros. Solamente nosotros podemos emitir juicios al respecto.

Pero no se detienen aquí los socialdemócratas intervencionistas. En seguida nos salen con algo que ellos consideran es fundamental... la diferencia entre valor y derecho. En la acción política, los valores pueden ser discutibles los derechos fundamentales no. Sin embargo ante ello recordamos que en la Alemania nazi, por no citar más que un ejemplo en la historia, era un "derecho fundamental" pertenecer a la raza aria para gozar de los demás "derechos" y hasta, en última instancia, para gozar del status de ser humano. Y ello no podía ser discutido por nadie, fuera nazi o no lo fuera. Quien lo discutía y se atrevía a ponerlo en duda era un traidor a la raza aria, un judío o un aliado al judaísmo y merecía el campo de concentración como "mínimo". ¿O acaso podemos figurarnos que la noción de "derechos fundamentales" que deben tener los serbios, los kosovares, los bosnios, yugoslavos, etc. coincide con la nuestra?

Algunos de nuestros detractores razonan más y mejor, al reconocer a aveces, que otra cosa es en qué fundamenta cada uno estos derechos... y así están dispuestos a admitir que el verdadero problema en todo esto es que fácilmente esta protección social, por motivos muchas veces electorales, desemboca en paternalismo por parte del estado que lleva a desincentivar o ser nociva para la dinámica social (ya lo hemos comentado..., mas gasto, mas impuestos, mas paro, más delincuencia, más gasto, etc.)

Vamos convergiendo, pues, en el punto fundamental de la discusión. Sin embargo se queda cortos cuando dicen "por motivos muchas veces"...deberían decir en su lugar "la generalidad de las veces". En realidad lo que los socialdemócratas intervencionistas citan como una probabilidad, como algo potencial, es un problema permanente, real, histórico, actual y de todos los días. La gente demanda más protección social nunca menos. En consecuencia el estado expande sus actividades, por ende cobra más impuestos. Más impuestos se traducen en menor nivel de ingresos para la gente que mas necesita: los trabajadores.

Los socialdemócratas tienen un adorado respeto por el llamado "Estado de Bienestar" (Welfare State) hasta el punto del endiosamiento. Y así nos dicen cansinamente que hasta hace unos pocos años el modelo social imperante en Europa, propugnado por democristianos y socialdemócratas, era el del llamado "estado del bienestar" uno de los pioneros fue Bismark en Alemania, y más moderno el mitificado modelo sueco con el asesinado y endiosado Olof Palme a la cabeza. LA "NEW DEAL" Norteamericana iba también en esa línea. Hay que reconocer --siguen diciendo-- que este modelo con una clara influencia keynesiana ha traído importantes avances a la sociedad y ha facilitado la convivencia de muchas generaciones en momentos difíciles, pero les da la impresión que ya es un modelo caducado.

Los errores de esta forma de razonar son más que evidentes. Es equivocado sostener que "Hay que reconocer que este modelo con una clara influencia keynesiana ha traído importantes avances a la sociedad y a facilitado la convivencia de muchas generaciones en momentos difíciles". Mucho se ha escrito sobre la perversión intrínseca del modelo de "Estado de Bienestar" no siendo este el lugar ni el momento para volver a abordar tales complejas cuestiones. En todo caso habría que pedir a los defensores de tales políticas que fueran más precisos y nos dieran los fundamentos de esta afirmación que yo juzgo errónea. Como han probado los estudios más serios sobre el tema, el modelo (Welfare State) fue nefasto y sus consecuencias negativas aun se sienten hoy. Por lo demás la bondad o inoperancia de los modelos no está en función de su antigüedad (caducidad). Si el modelo es bueno funciona siempre. Si es malo no funciona nunca. ¿Cuál sería la razón por la cual un sistema que sirvió para generar riqueza o bienestar en el pasado no lo sería en el presente y dejaría de serlo en el futuro?. Nuestros críticos socialdemócratas nunca tuvieron claro este punto.

En el repertorio de argumentos socialdemócratas solemos escuchar ideas como ésta: "La globalización por una parte, la mayor esperanza de vida con el consiguiente aumento del gasto público, la falta de seriedad en cumplir los presupuestos, las deudas externas, la corruptelas, la falta de interés en vivir por su cuenta de muchos acomodados en la subvención ....) han creado problemas serios para seguir en muchos casos alimentando este "estado del bienestar".

La línea de razonamiento aparece como interesante. Sin embargo habrá que apuntar que el gasto público no es consecuencia ni de la globalización ni de la mayor esperanza de vida. Nuevamente deberíamos pedir a nuestros oponente el "por qué" de estas afirmaciones que aparecen como dogmáticas. Por lo demás la observación socialdemócrata aparece muy blanda. Yo diría que el "aumento del gasto público, la falta de seriedad en cumplir los presupuestos, las deudas externas, la corruptelas, la falta de interés en vivir por su cuenta de muchos acomodados en la subvención" han generado problemas casi insolubles y han demostrado la inviabilidad total y absoluta de ese engendro mal llamado "estado de bienestar". Por lo demás ante esas circunstancias, pretender seguir alimentando ese mal llamado "estado de bienestar" es prácticamente un suicidio social.

En su confusión mental el socialdemócrata pretende hacernos creer que es aquí donde surge el nuevo concepto de sociedad del bienestar, de "clara inspiración liberal" --para complacernos-- y cuyas recetas intentan poner en practica en Europa todos los países sea quien sea el dirigente que actúe --se engaña--. ES sintomático --insiste-- las últimas medidas del Laborista Tony Blair en U.K., donde ha recortado incluso varias de las prestaciones que M. Tachert mantuvo...

En materia de rótulos podemos poner cualquier etiqueta a los envases. Y así podemos llamar "sociedad de bienestar" al modelo liberal capitalista si nos complace hacerlo. Sin embargo cuando profundizamos, podemos comprobar que el socialdemócrata intervencionista no habla de lo mismo que nosotros. No tengo muy en claro a que llaman hoy en Europa "sociedad de bienestar". No obstante a la luz de las políticas encaradas en aquel continente no perecen muy diferentes de lo que en la tradición económica--política se conoce como Welfare State.

Pero no hay caso, al final de todo el socialdemócrata apuesta por el estado como garante de las prestaciones sociales que arrogantemente llama "irrenunciables", pero no puede responder a nuestra pregunta la que cuidadosamente elude: ¿por qué irrenunciables?. Afirma pomposamente que "lo cual también debe implicar una racionalización del gasto" enmudeciendo de nuevo cuando queremos saber ¿cómo?.

Sigue pregonando que todas sus medidas son para que las ayudas sólo las reciban los que verdaderamente las necesiten. Pero vuelve a guardar silencio cuando interrogamos nuevamente: ¿quiénes?

Sin responder nuestras preguntas continua como un autista: "y lo que incluso es más importante la mayor parte de estas medidas no deben ir encaminadas en simple "protección" sino que deben ser medidas que incentiven la incorporación de esa persona con "problemas" en la sociedad". Aunque nos damos cuenta que es inútil, insistimos con otra pregunta sin respuesta, nuevamente ¿cómo?

En su línea de confusión conceptual el socialdemócrata continua afirmando que su receta es lo que se llama "políticas activas" y que por cierto que el estado sea el garante de las prestaciones, no quiere decir que sea él el titular de las instituciones que las ejercen..., muchas veces los impuestos --cree el socialdemócrata-- se utilizarían mejor si en la provisión (no previsión) de servicios por parte del estado (educación, sanidad, pensiones..) se utilizara la iniciativa privada. Ver ejemplos como el cheque escolar en U.K., las pensiones de Chile o la enseñanza concertada en España o en el campo de la sanidad también hay proyectos interesantes en España en Valencia... Los impuestos deben ser controlados por el estado, no se puede romper lo que se llama el principio de caja única, pues eso crearía desigualdades injustas... "

La receta del subsidio al privado ha sido ensayada durante siglos. La política proteccionista seguida por la mayoría de los países del mundo desde tiempo inmemorial da cuenta de los malsanos resultados obtenidos para el nivel de vida de los pueblos.

Las "políticas activas" encierran una enorme falacia. La de creer que lo único activo es el estado y que los ciudadanos son "pasivos", inútiles, inoperantes, inactivos, objetos en lugar de sujetos.

La experiencia histórica enseña que un gobierno que cobra impuestos no deja de hacerlo. La experiencia histórica enseña que los impuestos jamás le alcanzaron a ningún gobierno. Sabemos sobradamente (aunque nos gusta negarlo) que a pesar del creciente aumento de los impuestos a nivel mundial los índices de pobreza siguen aumentando por los impuestos y no a pesar de ellos.

La manía socialdemócrata de poner el carro delante del caballo está llevando al mundo intervencionista a niveles de pauperización preocupantes.

La falta de conexión causal entre los razonamientos socialdemócratas y la realidad nos lleva camino al abismo porque la mayoría mundial es socialdemócrata.

El socialdemócrata cree estar a mitad de camino entre el socialismo y el capitalismo. Y lo está, pero en un sentido terrible por lo inadvertido. Incapaz resúltale advertir que su camino, su eterna transición, su orgullosa Tercera Vía (antes se llamaba Tercera Posición) es un camino, jamás un punto estático, nunca un punto de llegada alcanzado, y tiene un solo destino...el socialismo. Y de allí al comunismo no hay más que un paso.

Esperemos que la tendencia se revierta a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.

Bibliografía

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