DERECHO ARGENTINO


El estado de la justicia en el país

por el Dr. Carlos Molina

La crisis terminal del sistema judicial argentino es ya un lugar común en los diarios, en los medios y en las conversaciones corrientes que mantiene la gente sobre el punto.
La desconfianza de la población en el sistema judicial argentino encuentra varios puntos en los que se sustenta. Podemos mencionar a modo de ejemplo:
Falta de independencia el poder judicial respecto de los otros dos poderes (ejecutivo y legislativo).
Lo señalado precedentemente desemboca en un alto grado de politización del fuero especialmente en el ámbito de la justicia federal.
Como producto de lo anterior el elevado grado de corrupción de gran parte de los funcionarios judiciales.
A niveles menores las causas judiciales sufren un considerable atraso.
Las resoluciones judiciales se caracterizan en el ámbito patrimonial por decisiones que desconocen los mas elementales derechos de propiedad lo que a su vez desencadena un importante nivel de desconfianza e inseguridad jurídica.
Los jueces no suelen atenerse ni a atarse a ningún patrón legal. Sus decisiones tanto de forma como de fondo ignoran no solamente lo establecido en las leyes de fondo (Código Civil, Penal, Comercial, legislación concordante, etc.) sino también sus propios pronunciamientos, y en muchas ocasiones hasta los de sus superiores (fallos plenarios).
Los fallos se acomodan a las características y personalidad de los litigantes con independencia de los casos concretos en los que se enmarcan y de las leyes sustanciales. En lugar de tener una justicia para todos se tiene una justicia "a medida" de los más influyentes.
La situación conocida por la ciudadanía despierta criticas tibias, pero el ciudadano común no se siente parte del problema y conforme la costumbre argentina, opta por delegar la solución a ese ente misteriosamente dotado de vida que se llama "el estado" (lo que demuestra una vez más que los temas esenciales o vitales no pueden dejarse en manso del estado).
Se ha vendido con bombos y platillos la idea que a través del Consejo de la Magistratura (novedosa entidad jurídica creada por la reforma constitucional de 1994) vendrá a solucionarse el problema.
El organismo en cuestión, no se encuentra dentro de la tradición jurídica argentina, lo que en rigor no habla ni a favor ni en contra del mismo. Se dice que a través del mismo el poder judicial argentino logrará la tan ansiada independencia que necesita.
No estamos seguros que el problema sea la falta independencia del poder judicial. Reconocemos que se trata de un problema, pero a nuestro juicio hay otros factores que influyen en la deficiente administración de justicia en nuestro país. Creemos que la alta concentración de poder en el poder ejecutivo opera como un desinsentivo, ya que desalienta a los jueces a tomar decisiones que muy frecuentemente a través de un decreto o resolución ministerial quede totalmente desvirtuado.
La morosidad judicial transforma en ilusorias las ejecuciones de sentencias firmes, y en el ínterin los deudores condenados tienen tiempo más que suficiente para dilapidar todo su patrimonio y convertir en letra muerta las condenas de pago.
En el ámbito del derecho penal una reciente reforma del código de procedimientos ha atenuado en mucho la rigurosidad del antiguo código de procedimientos penal. En los hechos deudores y delincuentes resultan ser beneficiados por un sistema judicial que a través de su proverbial lentitud y lenidad de sus penas permiten y alientan comportamientos abiertamente reñidos con la ley.
La desconfianza y descreimiento de la ciudadanía ante el panorama descripto y su anomia alienta a los malvivientes (deudores y delincuentes) a moverse como pez en el agua.
Abundan los proyectos de reformas para solucionar las cuestiones planteadas. Sin embargo los propósitos y las intenciones no se traducen en resultados concretos.
En el fondo el problema judicial argentino reconoce un común denominador con otros aspectos que tratamos en este espacio. Si la ciudadanía no cree en el imperio de la ley eso no puede significar otra cosa que cree en el imperio de la fuerza. Es cierto que dentro de esta corriente hay una amplia gama de matices.
Pero los representantes elegidos por el pueblo son precisamente SUS REPRESENTANTES. Y de alguna manera los hay, una minoría, que traiciona el mandato que se les ha dado, sin embargo la gran mayoría lo lleva a cabo.
La confianza en la justicia solo podrá recuperarse cuando se reponga la confianza en las instituciones, en las leyes y en la ley fundamental. Si la sociedad no reposa en la ley ha optado por la anarquía y la anarquía es la ley del mas fuerte, en definitiva de aquel que puede en última instancia imponer sus condiciones.


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